Un año más nos encontramos conmemorando el aniversario, en este caso el trigésimo segundo, de la aprobación de nuestra Carta Magna. Constitución que representa el testimonio de una generación de españoles que quiso dejar atrás conflictos seculares para abrir una nueva etapa de convivencia y modernidad. Conflictos que todos estuvimos de acuerdo en dejar atrás.
Al pronunciarme así, quiero dejar muy claro mi compromiso rotundo con la Constitución de 1978 y con los valores políticos, económicos y sociales que representa y expresar, una vez más, mi solidaridad con los ciudadanos de aquellos pueblos que no disponen de leyes similares que garanticen sus derechos civiles y que son perseguidos por el simple hecho de defender unas ideas diferentes de las oficiales.
Recordando aquellos días de elaboración de la Constitución más duradera de la historia de España, quiero resaltar que el sentimiento que imperaba en el ambiente era el de la unidad de España y de los españoles. Ello ayudó, y mucho, al éxito de un proyecto que nos permitió dejar atrás tiempos en los que las libertades democráticas eran ignoradas. Supimos crear un modelo de convivencia política fuertemente impregnado por consideraciones éticas, donde el respeto a los derechos fundamentales fuese siempre más importante que cualquier otra cosa. Un modelo donde la participación de los ciudadanos, dentro de una sociedad civil libre y crítica, constituyera un principio real de la decisión pública y no sólo un centro ideal de imputación y legitimación de la misma. Una Constitución que ha consolidado un sistema democrático en el que todos cabemos y en el que nadie esta excluido, salvo el que pretende utilizar la fuerza para imponerse a los demás.
Fue época de cambios, de crisis según los griegos .Y conseguimos una modélica transición. Que ese espíritu de solucionar los problemas a través de la unidad e igualdad entre los españoles, de seriedad a la hora de analizar nuestra situación, de ser conscientes de lo que nos jugábamos, de no menospreciar la ayuda e iniciativa de nadie, de generosidad en momentos puntuales, de cumplimiento de los compromisos, sirvan, hoy, de ejemplo para afrontar nuestra difícil situación económica. Y que, pasado no mucho tiempo, seamos capaces de sentirnos orgullosos, lo mismo que hoy nos sentimos de nuestra Constitución, de nuestra capacidad de gestión y habilidad para remontar nuestra crítica situación económica y de devolver la sonrisa a los millones de españoles que hoy no gozan de ese derecho Constitucional a un trabajo digno.